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¿Qué está pasando en Cuba en estos momentos? Dossier

Do Sin Permiso, 12 de Dezembro, 2020
Por Ernesto DaranasAilynn Torres Santana,,Alina Bárbara López Hernández ,Julio Carranza 



Ernesto Daranas

Un joven saca una pancarta que dice: “Libertad. No más represión. #free-Denis”. La enarbola frente a decenas de personas que hacen una cola en pleno bulevar de San Rafael. Los policías que pasan por su lado no interfieren. Algunos presentes sacan sus móviles y filman durante unos pocos minutos hasta que los policías, ya con refuerzos, se deciden a detener al muchacho. Entonces, varios de los presentes, sobre todo mujeres, comienzan a exigir que lo suelten, a lo que se suman otros gritos opuestos al arresto.

De ese mismo modo he visto a Luis Manuel Otero Alcántara caminar sin compañía por las calles de mi barrio. Algunos vecinos lo saludan y otros que no lo conocen personalmente murmullan a su paso. Nadie le grita traidor, terrorista o mercenario.

En Las Tunas, la gente protesta por la apertura de una nueva tienda en MLC. En las redes, el académico y jurista Julio Antonio Fernández es defendido por colegas, amigos y ciudadanos luego de haber sido cuestionado públicamente por ofrecer asesoría legal al grupo 27N. En un centro de estudios del país, los jóvenes se resisten a corear las arengas que les propone uno de sus compañeros. El ensayista y crítico de cine Joel del Río es censurado en el diario Juventud Rebelde por cuestionar -en Facebook- al periodista Humberto López.

Nuestros medios no reflejan nada de esto, pero no pueden evitar referirse a esas dos noches de desvelo en que los cubanos de la Isla y del mundo compartieron las directas de las mujeres del MSI, seguidas de las imágenes de los jóvenes frente al MINCULT.

¿Qué nos indican estos hechos? ¿Cuáles son las razones de esta crisis, más allá del MSI y el 27N? ¿Por qué tanta gente empieza a reaccionar de otra manera? ¿Cuál es la relación que los ciudadanos empiezan a tener con los medios de comunicación y de qué manera esos medios están definiendo la imagen que se tiene del Estado? ¿Qué está pasando realmente en Cuba en estos momentos?

No dispongo de tiempo para organizar mis ideas. Sé que todos tenemos nuestras propias respuestas a estas preguntas, pero no quiero dejar de compartir algunas impresiones sueltas:

• Las demandas presentadas al MINCULT son la expresión del sentir de una cantidad creciente de cubanos. De eso trata realmente este momento, mucho más allá del MSI y de los artistas. El país no puede dividirse en torno a eso y se deben abordar de una vez las diferencias. Compartir la misma visión política o ideológica no puede ser una condición sine qua non para el diálogo.

• Respaldar a cualquiera que sea sometido a represión por el libre ejercicio de sus ideas no significa que necesariamente se piense como ellos. Lo que ocurre es que el peso del Estado no puede caer de esa forma sobre todo el que disiente. En Cuba hay juicios sumarios y gente presa, detenida, sitiada o expulsada de su trabajo solamente por sus ideas. Eso debe cesar. Existen derechos básicos que deben ser respetados, presentes en esa propia Constitución de la que Granma, en su editorial del 1ro de diciembre, solo cita el Artículo 4 referido a la traición a la Patria.

• El gobierno no es la Patria, pensar diferente al gobierno no es ser un traidor a Cuba y ceder frente a la intimidación es someterse a los intransigentes que han frenado los cambios que el socialismo cubano ha demandado. Ellos también pueden ser vistos como contrarrevolucionarios, autores de un interminable “golpe blando”. Son también responsables de esta crisis.

• La estrategia de descrédito impune frente a cualquier disidencia está agotada, sobre todo, cuando se niega el derecho a réplica de los que están siendo acusados. Las redes han cambiado definitivamente la manera en la que los ciudadanos, en especial los más jóvenes, se relacionan con los medios. Es una generación habituada a acceder a fuentes, contrastarlas, emitir sus criterios y reconocer el de otros.

• Pese a haber transitado por una crisis que ya toma más de tres décadas, el ideal de la Revolución sigue latente en muchos cubanos. Sin embargo, la gestión gubernamental quizás nunca ha sido tan cuestionada como en estos momentos, incluso por los propios revolucionarios. La sociedad cubana está ofreciendo claras señales de la necesidad de un modelo mucho más participativo, que traduzca en hechos concretos ese Estado de Derecho al que aspiramos.

• Desde su mismo origen, la Revolución ha sido objeto de programas de injerencias externas, pero meter cada crítica en ese mismo saco la aísla de su propia realidad, con el contrasentido de que depende cada vez más del aporte del exilio y de la normalización de las relaciones con los Estados Unidos. ¿Hasta cuándo va a dilatarse entonces la posibilidad de un diálogo interno que asuma de una vez nuestra rica diversidad nacional y el derecho del cubano a ser el máximo responsable de su propio desarrollo?

• La economía es la mejor expresión de la política, mientras que la cultura es el espacio donde las verdaderas inquietudes de la nación son expresadas, más allá de lo que reflejan nuestros medios. Frente a eso, la existencia de una prensa y un arte independientes resulta imprescindible.

• El Estado debe resolver las contradicciones entre su discurso político y su proyección económica. Son los hechos los que demuestran el rumbo que realmente van tomando las cosas. La presencia militar en la economía, su impopular dolarización, el freno a la iniciativa privada, los hoteles de lujo levantados entre vecindarios en ruinas y una inversión en turismo muy superior a la que se realiza en la agricultura son solo algunas de las contradicciones de las reformas en un país con serios problemas en materia de alimentación, insumos, vivienda y derechos civiles. Buena parte de la censura que padecen los artistas se debe al abordaje de estos temas, por lo tanto, hablar de cultura es imposible sin tocar estos aspectos.

• Entre nuestras más caras realidades está el éxodo masivo de jóvenes en busca de las oportunidades que han debido encontrar en su país. Si la crisis de los últimos 30 años no comienza a revertirse, muchos de los que estuvieron en el Parque Trillo y en el MINCULT terminarán emigrando por igual. Simplemente, no hay dos juventudes cubanas, del mismo modo en que no hay dos pueblos. Cuba es una sola, un gran recipiente con cerca de 14 millones de voces, visiones y criterios dispersos por el mundo. El Estado debe representarlos a todos, y cada cubano ha de tener claro que sus compatriotas no están obligados a pensar y actuar como ellos. Durante décadas, la necesidad de subsistir nos ha privado de la noción de futuro, la que ha sido reemplazada por la obsesión de partir. Ese futuro es ahora el de los jóvenes de hoy, sin excepción de ninguno. Cuba ha de ser para cada uno de ellos un lugar de oportunidades, esperanzas y sueños.

Conozco a muchos de los jóvenes que estuvieron frente al MINCULT y comparto la esencia de las demandas presentadas. A diferencia de lo que ha pasado con muchos de ellos, una parte de mi obra la he hecho con las instituciones de la cultura cubana; no me han faltado encontronazos, pero hasta hoy ninguna ha sido objeto de censura. Eso es lo que exijo para todo artista y para cualquier cubano.

La Habana, 7 de diciembre

Fuente: https://jcguanche.wordpress.com/2020/12/07/que-esta-pasando-en-cuba-en-e...


¿Dialogar en esta Cuba?

Ailynn Torres Santana

Noviembre ha sido un mes clave para la política cubana. En más de un sentido, inaudito. Una ojeada rápida a la prensa sobre el país verifica la existencia de conflictos de alta intensidad, agravados.

Ya hay cronologías sistemáticas del eje que comenzó con la detención el 9 de noviembre en La Habana de un ciudadano cubano, Denis Solís, rapero y activista opositor al gobierno; su enjuiciamiento y condena por el delito de desacato; la acción colectiva pacífica de un grupo de personas articuladas en torno al Movimiento San Isidro (MSI) y luego su acuartelamiento y declaración de huelgas de hambre y/o sed en protesta a lo que denuncian como un juicio injusto y hostigamiento de actores gubernamentales; la amplia cobertura mediática de la prensa independiente de distinto signo político, de la prensa internacional y, luego, la de la prensa oficial; los pronunciamientos de Mike Pompeo, secretario de Estado de los EEUU y del Parlamento Europeo; Luis Almagro desde la OEA y del embajador de Estados Unidos en La Habana a favor los huelguistas; la publicidad oficial de un fragmento de interrogatorio a Solís para mostrar vínculos entre él y personas con historial de terrorismo radicadas en Estados Unidos (hasta el momento Solís no ha sido acusado por ello); el desalojo de quienes estaban en la sede del MSI con el argumento de la violación de protocolos sanitarios establecidos para la COVID-19; los pronunciamientos públicos de parte de la ciudadanía pidiendo diálogo y salvar las vidas, y apoyando la garantía de juicio transparente para Solís, y mucho más… hasta hoy.

Uno de los últimos hechos fue el plantón y vigilia del 27 de noviembre (27-N) de centenares de personas, en lo fundamental artistas e intelectuales, exigiendo diálogo político con autoridades del Ministerio de Cultura (MINCULT) para asegurar un juicio justo a Solís, garantías y derechos para el MSI, y otro pliego de demandas conectadas pero no exclusivas de lo que había sucedido días antes.

Hubo presión ciudadana. El primer paso del diálogo se produjo. El proceso sigue y trae novedades continuamente. A medida que transcurren las horas y suceden las cosas, se van procesando en el acto. No hay certeza alguna del camino por venir. Al día de hoy, cada paso es cuestionado. Las respuestas contingentes a la marea de preguntas van definiendo el curso. Entre las interrogantes más audibles de las últimas horas han estado ¿es el diálogo un camino político en esta circunstancia? ¿dialogar para qué, entre quiénes, sobre qué?

¿Dialogar para qué?

El diálogo propuesto, exigido e iniciado entre personas provenientes del campo cultural cubano y las instituciones estatales del mismo, cuenta con detracciones, apoyos, optimismos y escepticismos.

La noche siguiente al plantón, el 28 de noviembre, la televisión estatal dedicó un espacio a los sucesos donde, en línea gruesa, se afirmó la narrativa del mercenarismo para explicar lo sucedido en San Isidro. Lo ocurrido en el MINCULT recibió notablemente menos atención. En el segmento dedicado a ello, se invitó solo a una de las partes: el viceministro del MINCULT. No hubo participación de quienes estaban del otro lado de la mesa de diálogo que, al día siguiente, organizaron su propia conferencia de prensa y denunciaron allá el temprano incumplimiento de lo acordado. Frente a eso han aumentado, con base razonada, las detracciones y los escepticismos respecto al diálogo. Un resultado posible es una huelga de silencio, la castración de lo iniciado el 27-N. Esa opción cuenta con al menos dos pilares.

Uno, lo que se considera una sistemática inoperancia de ese camino. Esa tesis se argumenta con contenidos diversos; desde “otros diálogos no han producido cambios” hasta “con el régimen no se dialoga”. Dos, las detracciones frente al diálogo en este momento abrevan en una lectura del campo político institucional como una sola cosa, un solo actor, un solo orden; si en menos de 24 horas se incumplieron acuerdos, nada nuevo habrá bajo el sol. Para lo segundo hay razones, la unanimidad y el verticalismo han sido tomados como valores de la política al uso. La unanimidad ha sido interesadamente confundida con el consenso y el verticalismo cristaliza una regulación bélica de lo civil. Cierto que en la guerra no es procedente la democratización de la conversación política. Cierto también que el gobierno cubano, y el pueblo, han estado sitiados por los gobiernos estadounidenses, y este no es un asunto menor, pero ni eso hace deseable o sostenible una administración bélica, por vertical, de la vida civil.

Pero ambas razones para cortar el diálogo tienen problemas.

Primero, la historia no se repite aun cuando los muros sean estructurales y los cimientos robustos. Si el diálogo emergió como opción, es porque sigue considerándose tal. Y así se ha afirmado por al menos un sector con aspiración de que este diálogo expanda sus posibilidades. La apuesta por el diálogo puede tener muchas razones distintas detrás: confianza persistente –parcial o total– en lo institucional, convicción de que no es posible democratizar la política sin tocar el Estado, temor a que sin diálogo se derive en un conflicto civil más agudo, urgencia por salvaguardar vidas, y muchas otras. El resultado es que el diálogo emergió como clamor de parte de distintos actores. Puede haber desacuerdos al respecto, pero es incuestionable su legitimidad.

Respecto al segundo argumento para romper el diálogo —el rápido incumplimiento de los acuerdos—, no podemos perder de vista que el poder institucional no es un actor único. Lo que desde la ciudadanía experimentamos como canales ágiles que replican órdenes unívocas, dictadas por las mismas voces que hablan en coro, no es cierto.

En lo institucional también hay destiempos, fracturas, tensiones, poderes dentro de poderes, poderes que impugnan otros poderes y poderes que funcionan en paralelo, a veces sin tocarse, aunque estén bajo la misma sombrilla. Los compromisos establecidos en un lado pueden no querer ser cumplidos en otros. En esas plazas donde se establecieron los compromisos hay líneas también quebradizas, texturas de lo no dicho.

Por lo mismo, el diálogo no puede ser un gesto. Es necesaria una política sistemática del diálogo. Exigir que se cumpla lo acordado, volver sobre las demandas, ganar organicidad también entre quienes demandamos. Advertir nuestras propias contradicciones y las contradicciones que instituyen a los otros actores con los que se busca dialogar.

Un derecho se vuelve reivindicación viable cuando se elaboran demandas sociales constantes, cuando se verifica la capacidad de negociar sobre los beneficios y costos, recompensas y castigos significativos, cuando se producen alianzas razonadas que aseguren las garantías para esas demandas, cuando es perdurable la existencia de los actores que reclaman. Si se fractura el diálogo, la vigilia del 27-N será un sopor y nada más, al menos en el corto plazo.

¿Dialogar entre quiénes?

Entre todas las expansiones posibles de lo sucedido en San Isidro (digo expansiones, porque no había modo de que lo ocurrido se apagara sin más) la del plantón y vigilia en el MINCULT fue la más desafiante y probablemente una muy deseable. El 27-N complejizó el escenario y, en mi lectura, eso era justamente lo que hacía falta.

Los dos actores protagonistas del conflicto agravado habían estado verificando una política polar que escalaba en intensidad con el paso de las horas. Uno de los problemas de la política polar, o escenificada como tal, es que hace parecer que las agendas de los actores en el primer plano de la disputa son las únicas que están en juego.

Quienes protagonizaron el 27-N impugnaron esa polarización sin colocarse en el centro entre los hasta entonces protagonistas. Sin pensarse como centro. Sin serlo. Sin estructurarse como tal. En su diversidad, defendieron contenidos específicos de la agenda de San Isidro sin necesariamente sumarse a su narrativa sobre la política y sin aspirar a administrarla ni obscurecerla. El MSI estuvo allí corporeizado en personas concretas y sigue existiendo en sí mismo. La defensa de la integridad de sus miembros en el marco de una ley justa era parte de la voz colectiva.

A la vez, los actores del 27-N demandaron otros caminos de solución, incorporaron otras preocupaciones y temas, y desplegaron repertorios de acción colectiva asombrosamente ágiles. Produjeron ensamblajes entre la contingencia y la historia, su propia historia. Exigieron diálogo y lo produjeron.

Pero no se trata de un diálogo dócil, insulso, pasivo. El diálogo es puja, transparenta la desigualdad de poderes, busca transformar la gramática de la política. Eventualmente puede hacerlo.

¿Dialogar sobre qué?

Que hayan sido personas del campo de la Cultura quienes agenciaron el 27-N y estén en este camino no quiere decir que los problemas del país empiecen o terminen allí. Tampoco que los problemas que afrontamos, y a los que podemos contribuir, sean solo aquellos relacionados con las libertades civiles. Pensar solo en ellas es peligroso porque despacha problemas de redistribución y de reconocimiento que no se consideran habitualmente dentro de una agenda estrictamente política ni cultural, aunque lo sean.

Si tomamos el dato oficial como guía, entre hoy y el 31 de diciembre unas cinco mujeres serán asesinadas por sus parejas o exparejas en Cuba. Al menos una de ellas habrá hecho denuncias formales y habrá tropezado con barreras en las instituciones policiales y el sistema de justicia que se denunciaron también en el MINCULT por otra vía. Otras, no habrán buscado ayuda porque no creen en nada. Esas cinco vidas que van a perderse también importan. Sobre ellas también hace falta diálogo y acción a muchas manos.

Una preocupación similar podríamos tener por las y los migrantes internos irregularizados. Por mejorar la situación de nuestros hospitales, frente al desabastecimiento brutal de medicamentos que hay en el país. Por contribuir a que con la administración de Biden reinicie el proceso de normalización entre los gobiernos de las dos orillas. Por denunciar el bloqueo al tiempo que pujar porque las pequeñas y medianas empresas privadas nacionales pueda existir y porque quienes trabajan ahí de forma asalariada tengan garantías para sus derechos laborales. Por democratizar la empresa estatal. Por mirar a nuestros campos y a quienes trabajan allí.

No es que los gremios de artistas e intelectuales tengan que ser voz ni representación del pueblo entero y todos sus sectores. Pero tampoco somos una corporación. El campo cultural ha abierto un camino para pensar colectivamente un país mejor y exigir más participación en él. La agenda de los derechos civiles es parte de ello, solo parte. Quizás sea posible redoblar la apuesta y preguntarnos cómo contribuir a un programa integral de justicia social dentro del campo cultural y, también, en sus ensamblajes con la sociedad que tenemos.

Las dos cosas a la vez. Ni más ni menos. No mirar hacia un solo punto ni hacia un solo lado. Estar frente al mismo muro y el mismo mar, a veces no es suficiente.

Diálogo puede ser una palabra grande, un dispositivo potente, un programa justo para todas las personas.

Fuente: https://oncubanews.com/opinion/columnas/sin-filtro/dialogar-en-esta-cuba/


Cuba: los árboles y el bosque

Alina Bárbara López Hernández

El camino a seguir para lograr un país mejor debe ser el del diálogo pacífico y respetuoso.

I
Se pueden ver los árboles y no el bosque, asumir el fenómeno sin apreciar la esencia y tomar lo aparente por lo real. Tratar de comprender y explicar lo que ocurre en Cuba reduciéndolo al Movimiento San Isidro, o a los hechos inéditos de un grupo numeroso de artistas e intelectuales que se congregaron a las puertas del Ministerio de Cultura exigiendo ser atendidos; es un tremendo error de apreciación.

El marxista italiano Antonio Gramsci argumentaba que en tiempos de cierre del horizonte político, las contradicciones tendían a emerger en las diferentes manifestaciones de la cultura nacional. Pero los científicos sociales tenemos el instrumental, la preparación y el deber de ofrecer análisis que permitan ir más allá de lo anecdótico, lo casuístico y lo coyuntural para hacer las preguntas necesarias.

Las apelaciones constantes del presidente a destrabar las fuerzas productivas ofrecen el primer nivel de análisis. Al tema me he referido en varios textos, uno de ellos es «Pulgas o Dragones», que data de dos años atrás:

En Cuba se manifiesta un estancamiento de las fuerzas productivas, reprimidas por relaciones de producción que se deciden a nivel político, por ello, sin cambios en esa esfera no avanzaremos. El marxismo considera como una ley la correspondencia entre las relaciones de producción y el carácter de las fuerzas productivas, pues cuando no se manifiesta tal correspondencia, se abre un camino que puede determinar la transición de un régimen social a otro.

En la economía cubana nada es verdaderamente lo que parece. Las relaciones de propiedad, núcleo de las relaciones de producción, se manifiestan como una mistificación de la realidad: la propiedad socialista no es verdaderamente social, ya que ha sido suplantada por una propiedad estatalizada que escapa al control de los trabajadores; y la propiedad privada —reconocida en esta Constitución— no es suficientemente privada, dados los excesivos obstáculos con que la rodean las determinaciones políticas. La propiedad cooperativa no despliega sus alas a pesar de todas las declaraciones y lineamientos que en el mundo son.

Este no ser realmente lo que se pretende nos ha llevado a un punto de inmovilidad. El nuevo presidente recibió una encomienda que parece hecha a la medida de Tom Cruise. Pero con su loable actitud de una mayor comunicación mediática ha enjuiciado abiertamente lo que era evidente desde inicios del año anterior: la crisis se ha agudizado, lo seguirá haciendo en el próximo año y la economía insular apenas crece. En las intervenciones del Ministro de Economía se critica el modo en que se había administrado hasta ahora ese sector, se adivina la intensión de renunciar a prácticas equivocadas, pero no se distingue un proyecto novedoso y bien concebido para generar cambios.

Mi opinión es que presenciamos el agotamiento definitivo de un modelo político, el modelo de socialismo burocrático. Nuestros gobernantes no logran hacer progresar la nación con los viejos métodos, pero no son capaces de aceptar formas más participativas, con un peso mayor de la ciudadanía en la toma de decisiones.

Como resultado, en Cuba se vislumbra hoy una situación que, en dependencia de diversos factores, puede tornarse revolucionaria o contrarrevolucionaria. Cuando Lenin fundamentó su teoría de una situación revolucionaria, lo hizo para explicar el contexto ruso tras los sucesos de 1905. Trotsky la aplicó para la Inglaterra de 1931 y la Francia de 1936. ¿Qué impide que la utilicemos para entender lo que ocurre en Cuba actualmente? Si obviamos las marcas de contexto en que ambos dirigentes revolucionarios actuaban nos queda lo esencial, veamos:

• “La primera y más importante premisa de una situación revolucionaria es la exacerbación intolerable de las contradicciones entre las fuerzas productivas y las formas de propiedad. La nación deja de avanzar”. (Trotsky: ¿Adónde va Francia?, 1936).

• No basta con que los de abajo no quieran seguir viviendo como antes. Hace falta, además, que los de arriba no puedan seguir administrando y gobernando como hasta entonces. (V. I. Lenin “La celebración del Primero de Mayo por el proletariado revolucionario”).

En Cuba están maduras desde hace tiempo las condiciones objetivas para una transformación. Es indudable que la nación dejó de avanzar: la economía no crece desde hace años, la deuda externa aumenta constantemente, igual que los niveles de pobreza, y, a pesar de ello, las reformas han sido demoradas de manera inexplicable. Es evidente que «los de arriba» no pueden seguir administrando y gobernando como antes. Pero ¿qué ocurre con «los de abajo»?

Sin la maduración del factor subjetivo esa transformación no era posible. Se requería la voluntad de querer cambiar de las personas, una energía cívica que había sido aplastada por condicionamientos políticos, educativos y mediáticos. La «indefensión aprendida» también existe en un modelo socialista en el que el sistema controla en cierta medida la manera de comportarse de sus ciudadanos.

Faltando el factor subjetivo, las condiciones objetivas por sí solas no determinarían nada. Sin embargo, actualmente existen señales muy claras de su existencia. Tales signos no han sido entendidos por el aparato ideológico, que se equivoca al reducir las manifestaciones de descontento a «un golpe blando», a «una manipulación generalizada», o a la «creación de matrices de opinión negativas sobre el gobierno». No niego de plano que ello también ocurra y más adelante me referiré al asunto. La dirección del país no termina de ubicarse en:

• El novedoso entorno que ha creado el acceso masivo a internet y las redes sociales, que los ha privado del monopolio absoluto de la información que tuvieron por décadas y ha democratizado su difusión y generado la posibilidad de campañas y denuncias ante arbitrariedades.

• Un estado de permanente polémica, visible en las redes y fomentado por la propia dirección del país a raíz de la consulta popular para la redacción de la nueva Constitución; quizás pensaron que al concluir la referida consulta y no requerirse más de nuestros puntos de vista cesaríamos de ofrecerlos. Ingenuo de su parte, ahora tenemos cómo y no necesitamos de sus convocatorias.

• La declaración de Cuba como un Estado Socialista de Derecho que visibilizó mejor las prerrogativas de cubanas y cubanos y los compulsó a exigir libertades que la propia Constitución garantiza.

• La existencia de generaciones jóvenes, cuestionadoras per se, que han encontrado repercusión en generaciones mayores, ya cansadas de promesas incumplidas y reformas demoradas o interrumpidas.

Esta coexistencia de condiciones objetivas y subjetivas para una trasformación social es totalmente novedosa en el devenir del modelo socialista cubano. La cuestión que está en juego ahora no es si hay que cambiar, sino cómo hacerlo.

II

San Isidro no es un movimiento político, aunque sus demandas lo sean. Les falta cohesión, una estrategia que trascienda y un programa claramente expuesto. No me caben dudas de que la mayoría de sus miembros son artistas e intelectuales, aun cuando la narrativa oficial los presente como un grupo de delincuentes. El hecho de que algunos de ellos se hayan declarado favorables a recrudecer el bloqueo contra Cuba y que manifestaran su apoyo al gobierno de Donald Trump no les permite un liderazgo real de la opinión pública. Pero a mi juicio, lo más grave es lo que se infiere de las declaraciones de Omara Ruiz Urquiola el 28 de noviembre. Valoro esa intervención como su suicidio político: por el alto grado de sectarismo que promueve, su elitismo al referirse despectivamente a miembros de su propio movimiento que no considera intelectuales y su negativa absoluta a dialogar.

A pesar de lo dicho, MSI tendrá siempre el mérito de una actitud cívica de desobediencia sostenida frente a un aparato represivo que utilizó contra ellos métodos ilegales desde mucho antes de que se declararan en huelga de hambre. Precisamente fue esa represión ilegal y el tratamiento inhumano que se dio a personas en su situación, incluyendo el modo en que fue interrumpida esa huelga, el catalizador de la dignidad cívica de un grupo de artistas e intelectuales que fueron a manifestar, ante su ministerio, la condena pública a dicha represión.

De los que pudimos estar al tanto de la manifestación, pocos dormimos esa noche. El poder de convocatoria que lograron los congregados ante las puertas del MINCULT, no se explica solo por las redes sociales. Había mucha necesidad de ser auténticos, de dejar de ser meros espectadores y de participar en la vida nacional. Décadas de disciplina y obediencia, de manejos internos y discretos del disenso en el sector, murieron en esa calle del Vedado habanero.

Es cierto que el carácter gremial de esa manifestación deja fuera muchas demandas, pero es un paso inicial, sobre todo por el ejemplo que significa y por el claro mensaje de que para obtener respuestas hay que utilizar vías de presión ciudadana ante el gobierno.

Llegados al punto en que se encuentra Cuba hoy, los caminos para un cambio social pueden ser dos: pacífico o violento. El primero de ellos, al que me adscribo totalmente, significaría aprovechar los espacios legales —muchos de ellos que habría que crear primero—, para presionar por cambios económicos, políticos y jurídicos dentro de un diálogo nacional en que no haya discriminación por motivo de credos políticos.

En la vertiente de proponer dicho diálogo, un grupo de intelectuales preocupados por la situación de Cuba, redactó un documento que ha sido firmado por muchas cubanas y cubanos, de dentro y fuera de la Isla, y que recibe continuamente nuevas adhesiones. Denominado «En articulación plebeya», circula en las redes sociales y en varios sitios y publicaciones. No se pretende liderar nada, solo proponer un camino. Quizás existan otras propuestas por el estilo.

En la perspectiva de utilizar vías violentas, se pueden apreciar en las redes declaraciones de personas molestas porque consideran ilegal al gobierno y le niegan la legitimidad para ser una de las partes dialogantes. Mucho más grave aún es el uso de plataformas sociales como WhatsApp y Telegram para incitar a actos violentos entre la juventud. Lo que afirmo lo hago con total responsabilidad. Ayer entré a uno de esos grupos donde fui invitada y vi el modo en que, desde dos números telefónicos ubicados fuera de Cuba, se incitaba a actos violentos y se estimulaban las justas reclamaciones de muchachas y muchachos cubanos por espacios de manifestación pacífica. Confieso que no he podido descansar desde ese instante.

Alerto que es un momento gravísimo en este país. Se reúne un potencial conflictivo en un escenario que está siendo muy mal analizado, no solo por el gobierno sino también, infelizmente, por intelectuales y científicos sociales a los que su formación teórica y su habilidad para interpretar los hechos sociales debería separarlos de una declaración meramente ideológica como la que diera a conocer, el propio 27 de noviembre, el Departamento de Filosofía de la UCLV. Firmaron ese documento colegas a los que aprecio y agradezco, pues en ese prestigioso centro me hice Doctora en Ciencias Filosóficas, pero es momento de servir a la ciencia y a la nación. Esa declaración le hace el juego a la manera en que fue presentado el disenso en el programa especial de Hacemos Cuba, como hijo exclusivo de intereses foráneos, gente confundida y manipulada por las redes. Ello enmascara la realidad.

Son nuestras muchachas y muchachos, dialoguemos con ellos y con la sociedad civil cubana que desea caminos de cambio y de paz. Si se escoge por el gobierno la confrontación violenta como respuesta, puede ocurrir, a gran escala, lo que ya vimos en el Vedado: un grupo pacífico de jóvenes rociados con gas pimienta; o lo que ocurrió en el Parque de la Libertad de Matanzas en la noche del sábado: un pequeño grupo que fue golpeado por miembros de la Seguridad del Estado. No importa que impidan el acceso a internet por algunas horas. Todo se conoce y se enjuicia.

Mi conciencia no me permite callar.

Fuente: https://jovencuba.com/cuba-arboles-bosque/

La situación y el debate actual

Julio Carranza

En mi modesta pero sincera opinión, en el debate actual sobre Cuba en las redes sociales se ven textos que dicen cosas muy acertadamente y que, sin embargo, excluyen otras fundamentales que forman parte de la situación.

A veces me molestan textos que solo hablan del bloqueo y de la agresión de Estados Unidos y de la obvia política subversiva que sufre la nación, a la vez que desconocen las notables insuficiencias que tiene el país y la necesidad urgente de cambios y reformas que tantas veces hemos discutido y que no acaban de avanzar con la coherencia y la voluntad política necesarias.

Otras veces veo textos que, por el contrario, analizan —en muchas ocasiones con notables aciertos— las insuficiencias y la necesidad de cambios y de aperturas en un país cuyas condiciones han cambiado en un mundo que no es como el de antes (es, probablemente, peor). Sin embargo, lo hacen olvidando que la agresión es un hecho real y amenazante, contrario a los intereses legítimos del país.

Esa agresión tiene un guion claro y probado en mil lugares. Te aprietan económicamente, hacen que las cosas empeoren, desabastecimientos de todo tipo, colas mal organizadas, dificultades múltiples agravadas por una burocracia incapaz y a veces corrupta, y un liderazgo que promulga cambios que después no puede o no quiere implementar. Paralelamente, fomento de grupos disidentes, pero no disidentes legítimos, auténticos como los hay, sino de otros que son parte, conscientemente o no, del guion que se escribe fuera del país y al que sirven («Trump 2020», gritan algunos, como si el presidente de Estados Unidos tuviera legitimidad o algo que decir en Cuba sea quien sea, como si Cuba no fuera indiscutiblemente un país soberano) y luego una maquinaria mediática amplificando y manipulando todo eso. El dinero va corriendo y “aceitando” el mecanismo.

El objetivo es convertir la crisis económica en una crisis política; que la sociedad estalle en manifestaciones llenas de malestares difusos; y que el gobierno caiga o se deslegitime con una respuesta represiva para inmediatamente establecer otro favorable a intereses espurios y dejar al país probablemente destruido.

En ambas narrativas hay factores ciertos, esenciales, pero cuando aparece la una sin la otra siempre hay un vacío en ver el todo y, por lo tanto, queda la sensación de que falta algo. Por eso uno lee con atención. Hay cosas que se comparten, muy bien dichas, pero que al excluir parte de la realidad (en uno y otro caso) quedan mutiladas. Y uno al final tiene que detener el aplauso.

Desde luego, hay otros textos brillantes no solo por lo que dicen, sino también porque lo dicen todo, sin omisiones, ahí el aplauso llega sin pausa. Ese es, en mi opinión, el problema con los análisis escorados. A la mayor parte de sus autores les sobra talento para integrar el todo y ser totalmente objetivos.

Ahora bien, las dos perspectivas dan cuenta de una parte de la realidad y la primera es muy peligrosa porque es la subversión articulada con vastos recursos desde un territorio vecino y descomunalmente poderoso.

Lo único que puede evitar que se junte el proyecto destructor con el lógico malestar que la actual situación provoca en el país es una real capacidad de hacer avanzar las reformas —sobre todo las económicas, pero no solo estas—, dialogar con los jóvenes y con el pueblo en general, democratizar las instituciones todas, apreciar las claves del cambio de época en que se encuentra el mundo (complejo, incierto, hostil y desafiante, pero es el que existe más allá de las costas de Cuba), establecer un nuevo pacto con la juventud, darle mayores espacios de expresión y realización y por supuesto que no solo a los artistas e intelectuales.

No es ese un derecho solo de aquellos que están tocados por el don de la creación. Es de todos: desde el que hace una obra de arte o avanza una investigación científica hasta el que vende fritas en una esquina, labora en una empresa estatal, trabaja por cuenta propia, es un pequeño empresario o barre una calle.

Eso lo puede hacer, lo debe hacer un Estado socialista sin parálisis paradigmáticas ni ortodoxias ideológicas y, por supuesto, sin desconocer las mil cabezas de la agresión a que se le somete desde fuera. Si esta te paraliza en lo que debes hacer; si no te permite encontrar las formas en que la gente estimulada produzca más, participe más; si te impide cambiar para responder a las demandas económicas y sociales y avanzar; si te ata a una posición de resistencia a secas, sin iniciativa, entonces la agresión en el mediano plazo estaría ganando espacios a veces muy difíciles de recuperar.

Por todo esto hay algunos textos inteligentes e informados que me parecen bien por lo que dicen, pero me parecen mal —o sea, incompletos— por lo que omiten, tanto de un lado como de otro. Y, por supuesto, hay otros textos que no merecen ni el tiempo necesario para leerlos porque son pura propaganda o simplificaciones fatuas de un lado y de otro.

Continuemos entonces las reflexiones serias y apostemos a entender el todo con lucidez, sin dogmas y sin ingenuidades y con compromiso. La nación lo necesita.

Fuente: https://oncubanews.com/cuba/la-situacion-y-el-debate-actual/



Cubanos y cubanas residentes en el extranjero responden tras el quiebre del diálogo que las autoridades cubanas hicieron patente en la nota oficial de prensa del Ministerio de Cultura de Cuba, publicada el 4 de diciembre de 2020

El 4 de diciembre del presente año, el periódico Granma publicó una nota de prensa del Ministerio de Cultura de Cuba (MINCULT) en la que se refleja y reivindica la típica operación estatal de exclusión, denigración y criminalización de quienes se le oponen. Tal operación es posible sobre la construcción de una voz homogénea que, por su propia naturaleza, deja fuera otras tantas posibilidades de posicionamiento y otras tantas voces. El MINCULT ha roto los acuerdos que suscribió el pasado 27/11 frente a un grupo de 30 personas en representación de la comunidad cubana artística, intelectual, periodística y activista. El diálogo lo quiebra el gobierno cubano, una vez más, incapaz de abrirse a los reclamos que ponen en cuestión su poder monológico sobre la nación. Al rehusar el derecho de la comunidad a decidir sobre sus representantes y términos de discusión, el gobierno actualiza la frontera totalizante que regula y controla el acceso a la palabra pública, siendo un beneficio de quienes ostentan el estatus de cubanos leales y comprometidos con la ideología dominante.

Cubanos y cubanas residentes en el extranjero, preocupados por la señal que este quiebre transmite, en un clima de creciente criminalización de las voces de disenso, presentan las siguientes observaciones y posicionamiento. Cuba no es capital de un grupo. Cuba es de todas y todos, dentro del territorio cubano y donde quiera que los cubanos y las cubanas vivan y se agrupen, expresen y creen libremente. Como mismo se extiende fuera del territorio cubano la necesidad de control de las voces no permitidas, se expande también el deseo de participación en la vida social y las decisiones que nos afectan. Rechazamos la ocupación y la apropiación de la pluralidad y heterogeneidad de la sociedad cubana por la voz única del Estado y la consecuente exclusión y estigmatización de todo lo que no comulgue con la ideología y la acción estatal.

¿Quiénes tienen derecho a hablar hoy en Cuba?

El Ministerio de Cultura ha rechazado el encuentro alegando que hay en el grupo mercenarios y mercenarias. Al asociar a estas personas con fuentes terroristas cuyo objetivo es la intervención en Cuba, el gobierno apela a una vieja retórica: el desplazamiento del diferendo interno con una parte de la sociedad cubana hacia el conflicto con los Estados Unidos. De esta manera niega la crisis creciente con una sociedad que acumula reclamos no resueltos. Este desplazamiento sirve a la criminalización de la protesta y la disidencia. Por otra parte, aunque el rechazo explícito ha ocurrido el 4 de diciembre de 2020, la campaña de criminalización y deslegitimación había comenzado con inusitada fuerza el 28 de noviembre, pocas horas después de la primera reunión con el grupo de los 30 representantes de quienes acudieron y permanecieron frente al Ministerio de Cultura durante toda una jornada.

La manipulación de las ideas y las acciones de algunos de los miembros del grupo que sostuvo el encuentro el pasado 27/11 con los funcionarios del MINCULT y de los y las integrantes del Movimiento San Isidro (MSI) se sustenta en una visión moralizante que moviliza etiquetas como mercenarios y contrarrevolucionarios (traidores y perversos), para sancionar con base en un discurso moralista y provocar rechazo en la opinión pública. La instrumentalización que hace el gobierno de estas etiquetas es de larga data.

El MSI no es una farsa. La huelga de hambre que iniciaron los miembros del MSI no fue una acción al servicio del «imperialismo yanqui». El grupo de los 30 representantes no está constituido por traidores ni traidoras autoexcluidos, como les denominan en la nota de prensa. El 27/11 no fue un atentado imperialista contra la revolución cubana. Quienes disentimos del orden político, dentro y fuera de la Isla, no somos mercenarias ni mercenarios. El poder estatal ha sostenido y reproducido históricamente su soberanía sobre la lógica partisana. El enemigo interno, su otro/otra político (mercenarios, gusanos, bandidos, elvispreslianos, contrarrevolucionarios) le es funcional al sistema. Es su excedente y, a su vez, la justificación de toda forma de control, violencia y existencia de un Estado represor. Estamos, además, ante una retórica articulada a los prejuicios raciales y clasistas de profunda raigambre en la sociedad cubana, donde la pobreza y lo negro se asocian con lo bajo, lo marginal, lo denigrante y la deslealtad. Basta con escuchar los adjetivos que usan para descalificar a Denis Solís y al MSI.

El recorrido que va desde la detención y sanción de Denis Solís no obedece a un plan de desestabilización. Es la manifestación del hastío que se transforma bajo el cerco siempre creciente del aparato estatal y obedece a la escalada resultante de la presión y el hostigamiento. Comenzó como una búsqueda de Denis por parte de sus amigos y amigas en las estaciones de la policía, a la que el Estado respondió con encarcelamientos arbitrarios y reiterados. Siguió con lecturas de poesía, igualmente respondidas con encarcelamientos. Continuó con un grupo de personas reuniéndose en convivencia en la sede del MSI para realizar acciones artísticas en el barrio y transmitir a través de redes sociales, a lo que el Estado respondió con cerco policial. Luego se convirtió en una huelga de hambre y sed, asumida por nueve activistas. Esto último como respuesta a la suspensión de los suministros que les permitían abastecerse y la contaminación de la fuente de agua. La protesta alcanzó una nueva dimensión cuando la sede fue allanada con un pretexto epidemiológico. La reacción focalizada en San Isidro se transformó en la presencia de varios cientos de jóvenes en el Ministerio de Cultura el 27/11 para exigir una reunión con el ministro de Cultura. Nuevamente, la respuesta fue la aparente aceptación del diálogo ese día, frente a la presión de una comunidad internacional que observaba los sucesos y ante los cuerpos que permanecieron allí hasta la madrugada del día siguiente. Pocas horas después el gobierno saboteaba las demandas presentadas y los acuerdos tomados en dicha reunión con una campaña de criminalización ahora más fuerte. Esta campaña de descrédito que inició el gobierno cubano se realiza desde una posición de asimetría radical, que moviliza todas las fuerzas del Estado frente a grupos pequeños que no cuentan con nada más que la legitimidad de sus demandas y sus propios cuerpos puestos en el escenario de la disputa política.

Apoyar a Denis Solís y al MSI es defender nuestros derechos como cubanos y cubanas a la justicia, así como al desacuerdo, a la pluralidad y a la confrontación. Es defender nuestro derecho a ser parte del pueblo y la nación, desde la diferencia, sin que se nos criminalice, acalle, reprima o violente. Apoyar al 27N es defender la apuesta por el diálogo y la inclusión en el debate de temas fundamentales de la vida del país y en la toma de decisiones de asuntos que nos incumben directamente. Aun cuando esa apuesta sea contestada con campañas de desprestigio en los medios de comunicación del Estado, sin dejar un margen para que la opinión pública escuche otras perspectivas distintas a las del Estado. Suscribimos por tanto la declaración del 27N y apoyamos sus reclamos en respuesta a la negación al diálogo por parte del Ministerio de Cultura.

No somos mercenarias ni mercenarios. No recibimos incentivos económicos de la CIA y muchos menos somos una masa amorfa y sin agencia, manipulada por el poder imperialista. No somos desleales ni traicionamos. Somos las nietas de las mujeres que se pusieron el traje de milicianas, alfabetizadoras, maestras voluntarias. Las que fueron rechazadas porque su orientación sexo-afectiva amenazaba la moral revolucionaria, las que mantuvieron una pluma filosa y las que se insilaron. Las que decidieron salir a la calle y gritar y las que tomaron una maleta y nunca más retornaron a la Isla. Somos los nietos de los campesinos que apoyaron la insurrección, de los intelectuales que alzaron su voz en contra de la dictadura en los cincuenta. Somos los nietos de los hombres que emigraron y prefirieron quitarse la vida ante la opción del destierro. Somos los hijos y las hijas de hombres y mujeres que hoy llevan el signo de la frustración, la pena, la vergüenza, la culpa, la decepción. Somos el resultado de la miseria espiritual y material en la que se nos ha sumido. Somos esa parte negada. La que no quieren ver ni escuchar. Esos y esas somos.

Nadie se ha equivocado aquí de país ni de nación. No somos los y las vende patria que tanto convienen a la narrativa totalizadora del Estado. Somos cubanas y cubanos que, aun fuera de Cuba, siguen teniendo a la Isla como brújula y sueño. Cuba es de todas y todos, y tendrá que ser, como profetizó Martí, «con todos y para el bien de todos». La calle, la bandera y las redes no son, como pregona la propaganda estatal, solo de los «revolucionarios»; son de todas y todos.

Ciudad de México, 7 de diciembre de 2020

Firmas y fuente: https://revistaelestornudo.com/declaracion-cubanos-cubanas-residentes-ex...


Veinte links de interés para seguir el debate sobre el tema:

La situación que analizan los textos anteriores ha dado lugar a un amplio debate, desde zonas ideológicas muy diferentes, en los ámbitos de discusión pública en Cuba. Esta selección de textos --todos sobre la coyuntura-- muestra parte del amplio espectro político cubano de hoy, sus enfoques y agendas.


¿Qué hacer en este punto del conflicto? Performance, legitimidad y mediación política, por Hiram Hernández Castro


Los artistas del hambre: relato del desalojo de una protesta en Cuba, por Carlos Manuel Álvarez


La tragedia de San Isidro, por Periodismo de Barrio


La Cuba de anoche, por Julio César Guanche


Memoria escrita de la reunión sostenida el 27 de noviembre de 2020 entre funcionarios del Ministerio de Cultura y artistas e intelectuales cubanos


Con todos. Una declaración personal, por Daniel Díaz Mantilla


Declaración sobre algo más que los sucesos de San Isidro, por Comunistas Cuba


Más democracia, mejor socialismo, por La Tizza


Cuba: Articulación plebeya a propósito de los sucesos en el Ministerio de Cultura


Ni plebeyos ni patricios: Equivocados, por Víctor Martínez


Completar la Revolución, por Claudia Damiani Cavero


Diálogo en Cuba para la defensa de la Revolución o las voces en la Tángana del Trillo, por Karima Oliva Bello


¿El gris de mi bandera?, por Elaine Roca


La Revolución de los aplausos, por Ismario Rodríguez, Jesús Jank Curbelo


Declaracion de la UNEAC y de la AHS de la Isla de la Juventud


Defender la cultura es defender la Revolución, por Pedro de la Hoz


Permitimos la crítica constructiva, por YAIMA CABEZAS


Los significados de las protestas juveniles en Cuba, por Rafael Rojas


La nación fracturada, por Harold Cardenas Lema


El Estado moral y la necesidad de una forma política, por Por Gerardo Muñoz
Ernesto Daranas
director cubano de cine. Entre su filmografía se encuentran los largometrajes 'Los dioses rotos', 'Conducta' y 'Sergio y Serguei'.
Ailynn Torres Santana
es investigadora del International Research Group (IRGAC) de la Fundación Rosa Luxemburgo y miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Alina Bárbara López Hernández
Profesora, ensayista e historiadora. Doctora en Ciencias Filosóficas
Julio Carranza
Economista cubano. Consejero Regional de la UNESCO de Ciencias Sociales en América Latina y el Caribe.Fuente:
AAVV

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