Por Patricia Barba Ávila*
LAS REVOLUCIONES, SUS TRIUNFOS Y FRACASOS
“El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo pisen”.
“El que quiera ser águila que vuele, el que quiera ser gusano que se arrastre pero que no grite cuando lo pisen”.
General Emiliano Zapata Salazar
En el 109 Aniversario de la Revolución Mexicana, se antoja necesario realizar un recorrido y un análisis de los procesos revolucionarios y corrientes progresistas surgidos en América Latina y el resto del mundo, especialmente en los siglos XX y XXI, así como su trascendencia.
La historia humana registra innumerables movimientos de protesta contra condiciones que han afectado ostensiblemente los derechos de las clases trabajadoras y grandes mayorías empobrecidas cuya tolerancia a la injusticia finalmente se agota. En el Siglo XX se registraron en América Latina y el resto del planeta varios estallidos sociales como la Revolución Mexicana de 1910 contra la dictadura de Porfirio Díaz como punto de partida; en 1918 estalló la Revolución Bolchevique contra el zarismo; en ese mismo año, también emergió el movimiento alemán en contra de la monarquía Hohenzollern; se inició la Revolución Cubana en 1956 y triunfó en 1959 poniendo fin a la larga injerencia de los E.U. y su expoliación de la riqueza nacional; se llevó a cabo la Revolución en Irán en 1979 que culminó con el derrocamiento del Sha Mohammad Reza Pahlaví. Tenemos también los movimientos emancipadores en los E.U. encabezados por líderes como Martin Luther King; la revolución pacífica liderada por Mahatma Gandhi que arrancó con la Marcha de la Sal y culminó con la independencia de la India del Imperio Británico en 1947; el movimiento revolucionario en Sudáfrica encabezado por Nelson Mandela y en contra del apartheid; la Revolución china en 1927 que tras una prolongada lucha civil culminó con la Revolución Comunista en 1949, entre otras.
En el siglo XXI tenemos la culminación de la Revolución Bolivariana con la llegada al poder del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías en 1999 y se consolida después de librar la primera intentona de las oligarquías transnacionales para derrocarlo en abril de 2002. Este proceso ha sido uno de los más atacados por una guerra multifrontal encabezada por el gobierno norteamericano. La estrategia mediática desplegada ha sido eficaz en manipular a determinados sectores que han apoyado los sucesivos intentos golpistas de la caótica derecha venezolana. Hasta la fecha, la estrategia que el Presidente Chávez llevó a cabo para generar una base social sólida liderada por el PSUV principalmente, y una politización efectiva de las fuerzas armadas, ha sido el factor que ha sostenido al gobierno bolivariano hoy encabezado por Nicolás Maduro, quien se ha mantenido fiel a los postulados chavistas/bolivarianos.
Otra gran emergencia revolucionaria y plurinacional se registró en Bolivia, donde en 2006 llegó a la presidencia el primer mandatario indígena de este siglo, Evo Morales Ayma, cuyo éxito en rescatar a su país de la miseria ha sido ampliamente reconocido. Poco después de volver a ganar su cuarta elección el pasado 20 de octubre con un 47% de los sufragios, se fraguó y aún continúa un brutal golpe patrocinado por las oligarquías locales y extranjeras muy afectadas financieramente por las medidas nacionalistas del Presidente Morales. El enojo enorme de estas élites debido al control estatal de los energéticos (alrededor de 80% para el país y 20% para las transnacionales) llegó al extremo debido a la perspectiva de manejar el procesamiento y comercialización del litio, un mineral cuyos usos en distintas industrias genera una demanda que se incrementará ostensiblemente en los próximos años y que implica pingües ganancias. La situación actual en aquella nación es caótica. Miles de indígenas siguen saliendo a las calles en medio de una represión salvaje que agudiza la condena hacia el gobierno de facto. Esto en el marco de la importante decisión del gobierno mexicano de brindar reconocimiento y asilo a Evo Morales, cuya renuncia aún no ha sido procesada por el congreso de su país, donde tiene mayoría el MAS.
Este siglo también ha sido testigo de lo ocurrido en Argentina, donde Néstor Kirchner y posteriormente Cristina Fernández encabezaron gobiernos de progresismo keynesiano y que también fueron víctimas de una furibunda e intensa campaña mediática que, tristemente, culminó con el triunfo de Mauricio Macri, un auténtico testaferro del Consenso de Washington. Actualmente un líder de centro, Alberto Fernández, en fórmula con Cristina, esperan volver asumir la presidencia y vice-presidencia después de una masiva votación que incluyó a sectores arrepentidos de su previo apoyo a Macri. Otro proceso relevante fue el encabezado por Rafael Correa, el cual ha sido revertido por su sucesor Lenin Moreno, igualmente con la complacencia de determinados sectores sociales que posiblemente no tarden en arrepentirse. En Chile, el falso y distorsionado “milagro económico” basado en un neoliberalismo llevado a extremos infames, hoy enfrenta finalmente cada vez más movimientos de rechazo a esa depredación a ultranza que ha generado niveles de pobreza escandalosos.
Hasta ahora, el proceso pacífico/electoral más reciente y que ha marcado un cambio de políticas a favor de la población, especialmente los más pobres y en contra de la corrupción, es sin duda el que culminó en México el 1 de julio de 2018 con la llegada a la presidencia, después de 2 intentos anteriores que enfrentaron fraudes escandalosos, de Andrés Manuel López Obrador, acompañado por mayorías del Movimiento de Regeneración Nacional (hoy partido Morena). Hasta la fecha, existen claro oscuros en la llamada 4T, no por falta de compromiso del propio AMLO, sino por una preocupante descomposición de este instituto político que privilegió la lucha electoral y la búsqueda de puestos de poder descuidando la importantísima labor de formación de liderazgos y cuadros políticos que desarrollen una amplia campaña de concientización entre los sectores medios y, especialmente, los que están siendo rescatados de la pobreza.
Las revoluciones surgen cuando se enfrentan intereses contrarios entre grandes mayorías afectadas y reducidos grupos que concentran riqueza y poder. Sin embargo, algo que puede percibirse en varios movimientos de emancipación es una falta de coincidencia en concepciones y objetivos entre los participantes. Si bien es cierto que el despojo y abuso son los hilos conectores entre los diversos grupos que encabezan insurgencias y luchas de liberación, también es cierto que en más de una ocasión se han generado discrepancias que van desde grados de profundización ideológicos, diferencias conceptuales y, en ocasiones, hasta la confrontación de egos impulsados por la muy atractiva perspectiva de conquistar el poder -aun con las mejores intenciones- los cuales desunen y truncan la consolidación de dichos esfuerzos. Los ejemplos están a la vista. La Revolución Mexicana, enfrentó las visiones de personajes tan trascendentales como Ricardo Flores Magón, Emiliano Zapata, Francisco Villa que aspiraban, por una parte, a una radicalización –en el mejor sentido de este término tan distorsionado y que, equivocadamente se equipara a extremismo- de las luchas para alcanzar un auténtico poder popular y, por la otra, Francisco I. Madero, cuya bandera de lucha se constriñó al lema “sufragio efectivo, no reelección” basada en la larga y brutal dictadura de Porfirio Díaz.
En este punto es imprescindible mencionar que uno de los corolarios más lamentables del proceso revolucionario mexicano fue que de él se derivó el actual PRI (“la dictadura perfecta”) que, salvo el sexenio del General Lázaro Cárdenas del Río, se fue convirtiendo en un poder único, represivo y dictatorial al no permitir durante décadas, el concurso de otros grupos políticos y responder a los intereses de oligarquías nacionales y extranjeras. Aquí es obligado mencionar que aunque en el año 2000 y de acuerdo con el Consenso de Washington, este partido hegemónico ya muy desprestigiado, permitió y reconoció el triunfo del “opositor” PAN y su testaferro Vicente Fox, esto no significó en lo absoluto, un cambio de paradigma sino una ratificación y fortalecimiento de la política neoliberal impuesta por el Cartel Financiero Internacional y su brazo ejecutor, el FMI. Otro ejemplo significativo de la divergencia de metas y conceptualizaciones ideológicas y que, también incluyó la ambición de poder omnímodo, fue la Revolución Bolchevique, que tocó su clímax con el ascenso al poder de José Stalin y su enfrentamiento con León Trotsky, quien terminó asesinado en México por órdenes del primero. Conocemos de sobra el fin lamentable de este proceso con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991.
Entonces ¿cómo evitar que las metas por las que se lucha se vayan diluyendo y desemboquen en regímenes autoritarios y corruptos? ¿De qué depende el éxito o fracaso de un proyecto progresista que intente modificar el statu quo en favor de las grandes mayorías? Sin duda no es la primera vez que nos planteamos estas interrogantes. Mucho se ha mencionado la desunión de las izquierdas, desde el surgimiento de este concepto hasta la fecha. Se ha sugerido que parte de la causa es que tomamos el debate de las ideas como parte esencial de nuestra ideología. Sin embargo, habría que explorar otros ángulos como la significativa injerencia de las jerarquías eclesiásticas, principalmente la evangélica, que ha sido puntal para el ascenso al poder de auténticos fascistas como Bolsonaro en Brasil y el auto-nombrado y golpista gobierno en Bolivia. No obstante, creo que el problema es más profundo y tiene que ver con la esencia misma de los seres humanos: de dónde venimos, cuál es el camino que hemos recorrido hasta nuestros días; cuáles son nuestros objetivos; qué buscamos; cuál es nuestro concepto del éxito, del sentido de realización, de la felicidad. Son estas cuestiones las que muy poco se abordan en los congresos, reuniones, seminarios, etc. organizados por la izquierda.
Es posible que la tendencia a evitar estos temas se deba, en parte, al temor de reconocer que la proclividad natural de los seres humanos es el capitalismo, pues si nos remontamos a la prehistoria, con el fin de garantizar la sobrevivencia, prevalecieron entre nuestros ancestros instintos tan poderosos como la territorialidad, es decir, la lucha contra las tribus vecinas para hacerse de la posesión de espacios y recursos. Esto continuó y se reforzó con el surgimiento de la agricultura primero y, posteriormente, con la Revolución Industrial, que derivaron en la emergencia de dos clases: la que controlaba los recursos y la que los producía.
Es necesario analizar aquí el efecto que el dominio sobre riquezas tiene en la sensación de seguridad que todos buscamos; es decir, el enorme placer que se experimenta al contar con el poder que garantiza una vida exenta de vicisitudes y sufrimiento. Es evidente que esto ha degenerado en una suerte de insania imperante en élites oligárquicas que pretenden instaurar un orden mundial favorable a ellas. Y para conseguir esto, han empleado métodos de inoculación de paradigmas, anti-valores y creencias en amplios conglomerados humanos a través de armas tan poderosas como los medios de comunicación (televisión, cine, revistas, libros, periódicos y, en la actualidad, la Internet). Han sembrado en la sique de millones de personas la idea de que el triunfo significa acumular riquezas a costa de lo que sea y de que el ser humano vale en la medida de lo que posee. Entonces cuando gobiernos progresistas rescatan de la miseria a sectores empobrecidos y los elevan a clase media sin una estrategia paralela de concientización y politización, esa clase media aspirará al siguiente escalón socioeconómico y con tal de lograrlo, votará por testaferros de esas mismas élites responsables de su empobrecimiento inicial. Cuando los métodos de manipulación no les han funcionado al cien por ciento, los complementan con la creación de disturbios por medio de ONG’s patrocinadas, cooptación de miembros del ejército y la policía, etc., pero siempre con el beneplácito de sectores populares manipulados. Y es aquí donde radica la crítica a movimientos y gobiernos de izquierda que han fallado en la creación de estrategias efectivas de concientización y politización masivas.
Aquí el asunto de fondo sigue siendo: ¿cómo superar estas tendencias que alguna vez sirvieron a nuestros antepasados para sobrevivir y que en la actualidad son los lastres –codicia exacerbada, amor por el dinero que garantiza poder- que generan “ideologías” como el neoliberalismo? ¿Seremos capaces los militantes, comunicadores, gobiernos progresistas y de izquierda de diseñar estrategias de educación, comunicación y concientización política? ¿Será posible lograr dar ese salto cuántico evolutivo que nos lleve a estadios superiores en los que la posesión excesiva de bienes que no son necesarios deje de ser la prioridad y, en su lugar, el éxito signifique la consecución de bienestar para todos, el respeto por los derechos de todos y, con ello, continuidad de nuestra especie en armonía con todos los seres vivos y la Naturaleza?
“Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”. Fidel Castro Ruz, 15 octubre 1976, Plaza de la Revolución.
*Co-fundadora del Frente de Medios de Comunicación Alternativos Independientes (femcai.org); creadora y co-titular del programa de análisis político “Desde la Raíz”; Secretaria para el Caribe del Consejo Nacional e Internacional para la Comunicación Popular (Conaicop); corresponsal de Resumen Latinoamericano y de S.O.S. Radio (Argentina).
En el 109 Aniversario de la Revolución Mexicana, se antoja necesario realizar un recorrido y un análisis de los procesos revolucionarios y corrientes progresistas surgidos en América Latina y el resto del mundo, especialmente en los siglos XX y XXI, así como su trascendencia.
La historia humana registra innumerables movimientos de protesta contra condiciones que han afectado ostensiblemente los derechos de las clases trabajadoras y grandes mayorías empobrecidas cuya tolerancia a la injusticia finalmente se agota. En el Siglo XX se registraron en América Latina y el resto del planeta varios estallidos sociales como la Revolución Mexicana de 1910 contra la dictadura de Porfirio Díaz como punto de partida; en 1918 estalló la Revolución Bolchevique contra el zarismo; en ese mismo año, también emergió el movimiento alemán en contra de la monarquía Hohenzollern; se inició la Revolución Cubana en 1956 y triunfó en 1959 poniendo fin a la larga injerencia de los E.U. y su expoliación de la riqueza nacional; se llevó a cabo la Revolución en Irán en 1979 que culminó con el derrocamiento del Sha Mohammad Reza Pahlaví. Tenemos también los movimientos emancipadores en los E.U. encabezados por líderes como Martin Luther King; la revolución pacífica liderada por Mahatma Gandhi que arrancó con la Marcha de la Sal y culminó con la independencia de la India del Imperio Británico en 1947; el movimiento revolucionario en Sudáfrica encabezado por Nelson Mandela y en contra del apartheid; la Revolución china en 1927 que tras una prolongada lucha civil culminó con la Revolución Comunista en 1949, entre otras.
En el siglo XXI tenemos la culminación de la Revolución Bolivariana con la llegada al poder del Comandante Hugo Rafael Chávez Frías en 1999 y se consolida después de librar la primera intentona de las oligarquías transnacionales para derrocarlo en abril de 2002. Este proceso ha sido uno de los más atacados por una guerra multifrontal encabezada por el gobierno norteamericano. La estrategia mediática desplegada ha sido eficaz en manipular a determinados sectores que han apoyado los sucesivos intentos golpistas de la caótica derecha venezolana. Hasta la fecha, la estrategia que el Presidente Chávez llevó a cabo para generar una base social sólida liderada por el PSUV principalmente, y una politización efectiva de las fuerzas armadas, ha sido el factor que ha sostenido al gobierno bolivariano hoy encabezado por Nicolás Maduro, quien se ha mantenido fiel a los postulados chavistas/bolivarianos.
Otra gran emergencia revolucionaria y plurinacional se registró en Bolivia, donde en 2006 llegó a la presidencia el primer mandatario indígena de este siglo, Evo Morales Ayma, cuyo éxito en rescatar a su país de la miseria ha sido ampliamente reconocido. Poco después de volver a ganar su cuarta elección el pasado 20 de octubre con un 47% de los sufragios, se fraguó y aún continúa un brutal golpe patrocinado por las oligarquías locales y extranjeras muy afectadas financieramente por las medidas nacionalistas del Presidente Morales. El enojo enorme de estas élites debido al control estatal de los energéticos (alrededor de 80% para el país y 20% para las transnacionales) llegó al extremo debido a la perspectiva de manejar el procesamiento y comercialización del litio, un mineral cuyos usos en distintas industrias genera una demanda que se incrementará ostensiblemente en los próximos años y que implica pingües ganancias. La situación actual en aquella nación es caótica. Miles de indígenas siguen saliendo a las calles en medio de una represión salvaje que agudiza la condena hacia el gobierno de facto. Esto en el marco de la importante decisión del gobierno mexicano de brindar reconocimiento y asilo a Evo Morales, cuya renuncia aún no ha sido procesada por el congreso de su país, donde tiene mayoría el MAS.
Este siglo también ha sido testigo de lo ocurrido en Argentina, donde Néstor Kirchner y posteriormente Cristina Fernández encabezaron gobiernos de progresismo keynesiano y que también fueron víctimas de una furibunda e intensa campaña mediática que, tristemente, culminó con el triunfo de Mauricio Macri, un auténtico testaferro del Consenso de Washington. Actualmente un líder de centro, Alberto Fernández, en fórmula con Cristina, esperan volver asumir la presidencia y vice-presidencia después de una masiva votación que incluyó a sectores arrepentidos de su previo apoyo a Macri. Otro proceso relevante fue el encabezado por Rafael Correa, el cual ha sido revertido por su sucesor Lenin Moreno, igualmente con la complacencia de determinados sectores sociales que posiblemente no tarden en arrepentirse. En Chile, el falso y distorsionado “milagro económico” basado en un neoliberalismo llevado a extremos infames, hoy enfrenta finalmente cada vez más movimientos de rechazo a esa depredación a ultranza que ha generado niveles de pobreza escandalosos.
Hasta ahora, el proceso pacífico/electoral más reciente y que ha marcado un cambio de políticas a favor de la población, especialmente los más pobres y en contra de la corrupción, es sin duda el que culminó en México el 1 de julio de 2018 con la llegada a la presidencia, después de 2 intentos anteriores que enfrentaron fraudes escandalosos, de Andrés Manuel López Obrador, acompañado por mayorías del Movimiento de Regeneración Nacional (hoy partido Morena). Hasta la fecha, existen claro oscuros en la llamada 4T, no por falta de compromiso del propio AMLO, sino por una preocupante descomposición de este instituto político que privilegió la lucha electoral y la búsqueda de puestos de poder descuidando la importantísima labor de formación de liderazgos y cuadros políticos que desarrollen una amplia campaña de concientización entre los sectores medios y, especialmente, los que están siendo rescatados de la pobreza.
Las revoluciones surgen cuando se enfrentan intereses contrarios entre grandes mayorías afectadas y reducidos grupos que concentran riqueza y poder. Sin embargo, algo que puede percibirse en varios movimientos de emancipación es una falta de coincidencia en concepciones y objetivos entre los participantes. Si bien es cierto que el despojo y abuso son los hilos conectores entre los diversos grupos que encabezan insurgencias y luchas de liberación, también es cierto que en más de una ocasión se han generado discrepancias que van desde grados de profundización ideológicos, diferencias conceptuales y, en ocasiones, hasta la confrontación de egos impulsados por la muy atractiva perspectiva de conquistar el poder -aun con las mejores intenciones- los cuales desunen y truncan la consolidación de dichos esfuerzos. Los ejemplos están a la vista. La Revolución Mexicana, enfrentó las visiones de personajes tan trascendentales como Ricardo Flores Magón, Emiliano Zapata, Francisco Villa que aspiraban, por una parte, a una radicalización –en el mejor sentido de este término tan distorsionado y que, equivocadamente se equipara a extremismo- de las luchas para alcanzar un auténtico poder popular y, por la otra, Francisco I. Madero, cuya bandera de lucha se constriñó al lema “sufragio efectivo, no reelección” basada en la larga y brutal dictadura de Porfirio Díaz.
En este punto es imprescindible mencionar que uno de los corolarios más lamentables del proceso revolucionario mexicano fue que de él se derivó el actual PRI (“la dictadura perfecta”) que, salvo el sexenio del General Lázaro Cárdenas del Río, se fue convirtiendo en un poder único, represivo y dictatorial al no permitir durante décadas, el concurso de otros grupos políticos y responder a los intereses de oligarquías nacionales y extranjeras. Aquí es obligado mencionar que aunque en el año 2000 y de acuerdo con el Consenso de Washington, este partido hegemónico ya muy desprestigiado, permitió y reconoció el triunfo del “opositor” PAN y su testaferro Vicente Fox, esto no significó en lo absoluto, un cambio de paradigma sino una ratificación y fortalecimiento de la política neoliberal impuesta por el Cartel Financiero Internacional y su brazo ejecutor, el FMI. Otro ejemplo significativo de la divergencia de metas y conceptualizaciones ideológicas y que, también incluyó la ambición de poder omnímodo, fue la Revolución Bolchevique, que tocó su clímax con el ascenso al poder de José Stalin y su enfrentamiento con León Trotsky, quien terminó asesinado en México por órdenes del primero. Conocemos de sobra el fin lamentable de este proceso con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en 1991.
Entonces ¿cómo evitar que las metas por las que se lucha se vayan diluyendo y desemboquen en regímenes autoritarios y corruptos? ¿De qué depende el éxito o fracaso de un proyecto progresista que intente modificar el statu quo en favor de las grandes mayorías? Sin duda no es la primera vez que nos planteamos estas interrogantes. Mucho se ha mencionado la desunión de las izquierdas, desde el surgimiento de este concepto hasta la fecha. Se ha sugerido que parte de la causa es que tomamos el debate de las ideas como parte esencial de nuestra ideología. Sin embargo, habría que explorar otros ángulos como la significativa injerencia de las jerarquías eclesiásticas, principalmente la evangélica, que ha sido puntal para el ascenso al poder de auténticos fascistas como Bolsonaro en Brasil y el auto-nombrado y golpista gobierno en Bolivia. No obstante, creo que el problema es más profundo y tiene que ver con la esencia misma de los seres humanos: de dónde venimos, cuál es el camino que hemos recorrido hasta nuestros días; cuáles son nuestros objetivos; qué buscamos; cuál es nuestro concepto del éxito, del sentido de realización, de la felicidad. Son estas cuestiones las que muy poco se abordan en los congresos, reuniones, seminarios, etc. organizados por la izquierda.
Es posible que la tendencia a evitar estos temas se deba, en parte, al temor de reconocer que la proclividad natural de los seres humanos es el capitalismo, pues si nos remontamos a la prehistoria, con el fin de garantizar la sobrevivencia, prevalecieron entre nuestros ancestros instintos tan poderosos como la territorialidad, es decir, la lucha contra las tribus vecinas para hacerse de la posesión de espacios y recursos. Esto continuó y se reforzó con el surgimiento de la agricultura primero y, posteriormente, con la Revolución Industrial, que derivaron en la emergencia de dos clases: la que controlaba los recursos y la que los producía.
Es necesario analizar aquí el efecto que el dominio sobre riquezas tiene en la sensación de seguridad que todos buscamos; es decir, el enorme placer que se experimenta al contar con el poder que garantiza una vida exenta de vicisitudes y sufrimiento. Es evidente que esto ha degenerado en una suerte de insania imperante en élites oligárquicas que pretenden instaurar un orden mundial favorable a ellas. Y para conseguir esto, han empleado métodos de inoculación de paradigmas, anti-valores y creencias en amplios conglomerados humanos a través de armas tan poderosas como los medios de comunicación (televisión, cine, revistas, libros, periódicos y, en la actualidad, la Internet). Han sembrado en la sique de millones de personas la idea de que el triunfo significa acumular riquezas a costa de lo que sea y de que el ser humano vale en la medida de lo que posee. Entonces cuando gobiernos progresistas rescatan de la miseria a sectores empobrecidos y los elevan a clase media sin una estrategia paralela de concientización y politización, esa clase media aspirará al siguiente escalón socioeconómico y con tal de lograrlo, votará por testaferros de esas mismas élites responsables de su empobrecimiento inicial. Cuando los métodos de manipulación no les han funcionado al cien por ciento, los complementan con la creación de disturbios por medio de ONG’s patrocinadas, cooptación de miembros del ejército y la policía, etc., pero siempre con el beneplácito de sectores populares manipulados. Y es aquí donde radica la crítica a movimientos y gobiernos de izquierda que han fallado en la creación de estrategias efectivas de concientización y politización masivas.
Aquí el asunto de fondo sigue siendo: ¿cómo superar estas tendencias que alguna vez sirvieron a nuestros antepasados para sobrevivir y que en la actualidad son los lastres –codicia exacerbada, amor por el dinero que garantiza poder- que generan “ideologías” como el neoliberalismo? ¿Seremos capaces los militantes, comunicadores, gobiernos progresistas y de izquierda de diseñar estrategias de educación, comunicación y concientización política? ¿Será posible lograr dar ese salto cuántico evolutivo que nos lleve a estadios superiores en los que la posesión excesiva de bienes que no son necesarios deje de ser la prioridad y, en su lugar, el éxito signifique la consecución de bienestar para todos, el respeto por los derechos de todos y, con ello, continuidad de nuestra especie en armonía con todos los seres vivos y la Naturaleza?
“Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla”. Fidel Castro Ruz, 15 octubre 1976, Plaza de la Revolución.
*Co-fundadora del Frente de Medios de Comunicación Alternativos Independientes (femcai.org); creadora y co-titular del programa de análisis político “Desde la Raíz”; Secretaria para el Caribe del Consejo Nacional e Internacional para la Comunicación Popular (Conaicop); corresponsal de Resumen Latinoamericano y de S.O.S. Radio (Argentina).
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